Escuchaba casi atentamente, desde su ebriedad inminente la conversación entre un hombre (extranjero, mayor, aunque no tanto, no podía decir a ciencia cierta de qué nacionalidad...) y una mujer (relativamente jóven, soltera, eso era lo más notorio...) y la felicidad era el tema:
Él: El amor no existe.
Ella: A mí me abraza mi perra, me llena de besos y soy felíz.
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